MI DELEITE POR EL CINE CONTINÚA. A DURAS PENAS.


Cuando era pequeña e iba al cine con mi familia, mi papá no podía perderse los trailers de los próximos estrenos, ni irse antes de ver todas las letricas fastidiosas que nos mantenían varios minutos inmóviles al finalizar la película. Los créditos, me dijo que se llamaban, eran muy importantes; allí se condensaba la información, el behind the scenes, el código genético de la cinta. Entraban los de la limpieza y seguíamos allí instalados. Más de una vez se quejó de que se los cortaran. Con el tiempo aprendí que los puntos blancos marcaban el cambio de riel, que veinticuatro imágenes hacían un segundo de película, aprecié los movimientos de cámara de Brian de Palma. Comencé a tomarle gusto al cine.

Hoy mi deleite por el cine continúa. A duras penas.

La gente que llega cuando la película ha comenzado, entre otras interrupciones, hace dificil ese disfrute. Yo no podría. Esas primeras imágenes son claves. Son el qué, quién, cuándo, cómo y dónde del filme. Pero, ¿quién soy yo para opinar como disfruta cada uno del cine?

A estos individuos no les importa interrumpir, no entienden el disfrute de los que ya hemos entrado en viewing mode. A los administradores del cine, les importa menos; evidentemente no dejan de vender boletos de películas en progreso. Esto es común, pero lo que sucedió en la sala de cine de Sunset Place durante la proyección de Hugo, no había ocurrido antes.

Cuando entró un grupo de diez adolescentes emparejados y se sentó detrás, recordé a un amigo cubano que dice: “no es fácil, cógelo suave” A la izquierda se sentó una pareja, según parece, pasada de tragos. La mujer se instaló sobre las piernas del hombre por un buen rato y luego, su ida al cine consistió en pasar no menos de una docena de veces frente a la pantalla y a su regreso comentar con su compañero de asiento los pormenores de sus andanzas al baño, a la cantina, etc.

A la derecha, se sentó un matrimonio con un niño de unos seis años. El niño fue un ejemplo de civismo; la mamá, en cambio, texteó durante la película encandilándome con la luz azuleja de su teléfono y cuando finalmente decidió atender una llamada afuera, el esposo, quien hasta entonces no había tenido un papel protagónico, cogió los tres asientos ahora desocupados, levantó los posa brazos de las butacas, se quitó los zapatos y en medias, -por suerte no estaba descalzo- se acostó con el brazo debajo de la nuca; como en la sala de su casa, como en su cama quizás suene más ilustrativo. Sus pies a medio metro de mi persona, de mis palomitas y mi bebida. ¿Habrá que explicar que aunque la administración del cine quiera hacerlos sentir como en casa, en realidad no lo están? Menos en su cama.

Los adolescentes atrás, merecían una ronda gratis de palomitas de maíz; no se les oyó en toda la película; se comportaron con más educación que los adultos.

Tíldenme de intolerante. Ir al cine es todo un desafío, una prueba de fuerza, de paciencia, para soportar los excesos, lidiar con los abusos. Si los grandes cines no hacen nada hay una solución: pequeños teatros independientes, Art house theaters, cinematecas y otras opciones que ahora, por suerte, proliferan en Miami y donde se proyectan películas por lo general independientes, extranjeras, y también Hollywood. En estos espacios existe un respeto por el cine que no se ve en otras salas. Pero que no se haga vox populi, que los indeseables sigan asistiendo a los teatros en los que les es permitido sentirse como en su cama, así nos ahorramos el agravio.

Comentarios

  1. Pues yo fui el viernes pasado a ver la misma película, y había un padre con 2 niños de entre 5-8 años, que al cabo de un rato se aburrieron y empezaron a preguntar qué pasaba, y otras cosas. Lo PEOR fueron 3 adultos, hombres de unos 30-35 años, que tampoco lo entendieron, y se quejaban en voz alta (en lugar de marcharse), y cuando lo hicieron dejaron las palomitas en el suelo, bien regadas, y rociadas con refrescos.. Como ves, no importa donde, el nivel es bajito... Que pena, que lo mejor sea verlas en casa, porque desde luego se pierden el 3D y los efectos de sonido.. En fin, paciencia!! (por cierto, suelo ir a la última sesión, y me vá mejor) Un saludo!!

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  2. Muy bien dicho, Maribel. A veces es intolerable. Otras, cuando la película es un poco más intelectual y les debe resultar "aburrida" a los indeseables, uno tiene la suerte de ver toda la película en paz.
    Excelente comentario, como de costumbre!

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  3. Tienes mucha razón en tu comentario. La mala educación de la mayoría de asistentes hoy en día en las salas de cine es mayor. Con tu padre aprendí a ir a a salas de cine pequeñas a ver buenas películas, poco comerciales, cine francés, español, ingles y hasta norteamericano. Luego el grupo nos trasladábamos al Drogstore de Chacaíto para charlar de la película, como un mini-foro, hasta altas horas de la madrugada. Hoy en día en casa practico lo siguiente con amigos cinofelos, una cenita con buen vino, vemos una película y posteriormente un foro con cafés o un buen Coñac. Te cuento esto para que lo pongas en práctica y veras que se pasa muy bien.-

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  4. Yo dejé de ir al cine hace años por esa misma razón, y me volví asiduo (debo confesar aquí un crimen que solo se explica por la coyuntura actual del país y por el relajamiento de las leyes, que permiten que un local en un Mall pueda vender mercancía pirata) a las películas "quemadas", es decir, las copias que bajan de internet y después venden a plena luz del día. Es un negocio floreciente, en Caracas cualquier quiosco que se respete tiene una pantalla lcd con su respectivo DVD y un surtido nada despreciable de películas. Debo decir en mi descargo que hace algunos años cerró la última sucursal de Blockbuster que todavía quedaba en Caracas, por lo que la adquisición de películas ilegales es la única alternativa para ver cine en casa. Pero como de costumbre estoy divagando. Decía que el acto de ir al cine, cosa tan natural y habitual en mi adolescencia, ha devenido en tarea homérica: si no se reservan las entradas por internet, se deben realizar colas kilométricas para cuando se llega a la taquilla, la vendedora diga con desparpajo que la función está vendida en su totalidad, a despecho de lo que indica la pantalla detrás de ella. Y si se tiene la suerte de conseguir la entrada, sucede algo parecido a lo narrado por Maribel. Así que aprendí a ver cine en la pantallita de mi televisor, y a pasar roncha de tanto en tanto con la mala calidad de las películas piratas.

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  5. Gracias a todos. Sus comentarios son muy valiosos.

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