LA HUERTA DE LAZARO




Lázaro no se puede quedar tranquilo; vive acelerado, siempre  buscando que hacer, inventando una nueva aventura. Viste camisas sin mangas que muestran su piel morena y unos bien demarcados bíceps  tatuados. Su imagen se ajusta  a su carácter: duro de roer.  Constantemente se queja de los lugares a los que tiene que ir a trabajar. ¿Otra vez ahí? ¿Tan lejos? ¡Por Dios asere! Lázaro trabaja en la planta de concreto de Job Mix desde hace ocho años.

En estos días se apareció en la oficina mordisqueando un pimiento y cuando le pregunté  sobre esa peculiaridad, me contó sobre su plantación en plena zona industrial, en el centro de la ciudad de  Miami.

Curiosa por conocer este oasis  le pedí que me invitara. Me aventuré a llegar hasta allí cruzando una calle cubierta de agua de lluvia hasta los tobillos. Seguí con cautela  las gruesas botas de Lázaro, pisando donde el  pisaba. Hice malabarismos para no caerme de nalgas sobre la mezcla de barro, tierra, arena y cemento; un pantano como arena movediza que arruinó mis suecos. Cuando ya estaba a punto de rendirme a la aventura,  en un terreno anexo a un cementerio de camiones, cauchos viejos y repuestos  usados  estaba,  bien alineado y  contenido,  el huerto de Lázaro.  Allí colgaban los jalapeños y los ajíes  aún verdes acurrucados entre las  hojas. Algunos tomatillos ligeramente sonrojados. Botones de flores despuntando. Al fondo  estaban los pimientos, la caña de azúcar y maíz. Creo que vi albahaca. Me pedía que me acercara y los detallara acolchados en la palma de su mano. Los mostraba con orgullo y emoción.
Son tres las áreas donde cultiva, sin contar las calabazas que corren  libres y salvajes por todo el terreno.
Lázaro dice que en un día lanzó descuidadamente unas semillas y se dieron tan bien que  se le ocurrió comprar otras y plantarlas. La primera cosecha fue en diciembre del 2011 y todos disfrutaron de ella. Pedro, un compañero de trabajo, comenta que ese fin de año el complemento del puerco se hizo con los tomates, pimentones y hierbas de la huerta. Desde entonces sus vegetales son muy codiciados. Lo mejor es que siembra y reparte. Cuando  están maduros Lázaro los ofrece. Vayan y cojan sus vegetales, es más o menos la invitación. Algunos hacen self service  sin ser invitados. Pero a Lázaro no le importa.

Juan, otro chofer de la concretera, dice que esa es la  finca que Lázaro siempre quiso tener. Bien bonita y  cuidada, agrega. Temprano en la mañana, antes de entrar a trabajar, lo primero que Lázaro hace es regar las plantas. Se entretiene tanto en la tarea que en varias oportunidades ha perdido su turno de llevar un concreto y bueno... !Arde Troya!

Gustavo de Gus Concrete dice que él colabora arrancando yerbas malas cada vez que tiene la oportunidad. De esta manera se convierte en una huerta comunal donde varios aportan y todos se benefician.

Los sábados preparan pan con tomate al estilo catalán.

Me sorprende y  nunca se me ocurrió la idea de que debajo de esa figura fuerte y ruda hubiese  un hombre con tanta sensibilidad, con un don especial para  crear y mantener  una huerta con esa dedicación. Y que después de toda la espera y toda su labor, reparta el fruto de su esfuerzo sin vacilaciones, sin egoísmos.
De regreso, Lázaro me ofrece su huerta para que pase con mi cesta cuando quiera. ¡Y que no haría yo si tuviese un terrenito!,  comenta Lázaro.  No tengo duda de que alimentaría a medio Miami.

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