They don't know they are beautiful.
En
un nuevo intento de ganarme el aprecio de mi hija menor, me sometí a
la búsqueda de su banda favorita y para ello contaba con una pista:
una foto de un edificio Art Deco donde
se sospechaba que estaban filmando un video. Por suerte, solo hay cerca
de mil edificios de ese estilo arquitectónico en Miami
Beach. Envié la foto a conocidos
residentes en la zona,
pero nadie supo ubicarlo. Salimos entonces sin rumbo fijo recorriendo
las calles, empezando por Washington
Avenue. No tardamos mucho en
tropezar con una conglomeración de policías, paparazzis
y adolescentes chillonas clamando por sus ídolos frente a un
edificio blanco, precioso; el perfecto estuche que resguardaba cinco
joyas: Harry, Zayn, Louis, Nail y Liam, los integrantes de One
Direction.
La
policía nos dirigió a un estacionamiento polvoriento donde cientos
de niñas y adolescentes se apiñaban y aseguraban su puesto en
primera fila, cogiéndose de una reja con sus pequeños dedos. Ariana
se colocó detrás de ellas. La que abandonaba su lugar era
sustituida por la de atrás sin chance de recobrar la posición
perdida. Allí permanecieron bien apretadas unas a las otras, para no
perder la oportunidad de sus vidas. Fue una espera épica; todas se
mantuvieron estoicamente aguantando sed y calor durante
horas. Por suerte llegamos cuando el sol ya descendía, pero la
humedad era debilitante.
El
grupo de jóvenes permaneció pequeño con el transcurso de las horas. Había
gran secretismo; las que descubrían el lugar no lo hacían público
por temor a que la policía cumpliera su amenaza de desalojo si se
alteraba el orden público. Era zona residencial. Los intentos de
cantar eran aplacados inmediatamente.
Una de las más pequeñas, sentada encima del techo de un carro, sostenía un cartel dibujado con creyones: yo amo a 1D. Otras más atrevidas mostraban carteles anunciando que eran legales, mayores de 18 años. Unas niñas judías invitaban a la banda a pasar el Shabat con su familia. En general fueron muy cívicas, dignas del orgullo de sus madres, que dicho sea de paso, desde atrás, observaban el desarrollo de los acontecimientos.
Una de las más pequeñas, sentada encima del techo de un carro, sostenía un cartel dibujado con creyones: yo amo a 1D. Otras más atrevidas mostraban carteles anunciando que eran legales, mayores de 18 años. Unas niñas judías invitaban a la banda a pasar el Shabat con su familia. En general fueron muy cívicas, dignas del orgullo de sus madres, que dicho sea de paso, desde atrás, observaban el desarrollo de los acontecimientos.
Los
miembros de 1D se asomaron a una ventana por unos breves segundos y
los teléfonos celulares se elevaron en el aire para captar el
momento histórico en foto y en video. El aire cálido se llenó de
gritos. Un momento demasiado breve. Y la espera continuó. Cayó la noche y las luces de la producción del video, instaladas en
el exterior del edificio, se hicieron incandescentes. Mi hija que
inicialmente podía ser ubicada entre la multitud, se perdió en el
interior de la masa humana. Solo se veían cabecitas plateadas.
Con
el paso de la horas algunas niñas, con lágrimas en los ojos, se
retiraron. Para ellas fue una espera en vano. Otras, aunque cansadas, permanecieron paradas detrás de la reja frente al edificio, contemplándolo como si fuera un
templo divino que cobijara a unos dioses. Impacientes y
todas juntas esperaban que los chicos se dignaran a mirarlas.
Entrada
la noche producción se apiadó y envió cavas con bolsas de agua
que eran arrancadas de las manos de quienes las ofrecían. Una hora
más tarde, nos retiramos. 1D no apareció. Ariana no se quejó;
también estaba cansada de esperar.
En camino a casa, me informan que los muchachos salieron a última hora y brevemente saludaron a sus fans. Ariana no se entera, está rendida en el asiento del carro. Mi pobre niñita.
Lo
siento por las niñas que, como Ariana, se fueron sin verlos. Fue lamentable
y triste presenciar como ellas -que aman a la banda, que crean
cuentas en las redes sociales, que forran sus cuartos con afiches,
que llevan seis meses de cuenta regresiva para el concierto, que
lloran, gritan, bailan y baten las melenas con sus canciones, que
esperan diez horas para verlos un instante- se fueron
desilusionadas. Es lamentable que One Direction
no hubiera dedicado tres minutos para complacer, premiar y
agradecer la presencia de sus fieles seguidoras.
¡Que triste, pero que hermosamente relatado! Me cuesta imaginarme a Ariana como adolescente.
ResponderEliminarMI QUERIDA MARIBEL ME ENCANTAN TUS ESCRITOS , SIEMPRE LOS GUARDO COMO SI FUERAN CHOCOLATES. PARA COMERMELOS EN LA NOCHE A MANERA DE PREMIO, DISFRUTANDOLOS INTENSAMENTE Y DE APOCO A POCO, DELEITANDOME EN CADA RENGLON.
ResponderEliminarMuy bien descrito y que tristeza para los muchachos/as - eso me paso con mis nietas en Disney para ver a Frozen - habia mas de 6 horas de cola y sin promesa de que la verian enfin a mi se me saltaron las lafrimas alver sus caritas desilusionadas y me fui a la tienda a ver si comprandoles algo se les quitaba esa tristeza pues no tuve mas suerte desde la tienda y avanzandao medio cuerpo se podia ver tras una cortina y no me corte las lleve de immediato a la cortina y una la tenia la madre y la otra yo y solo fueron segundos que pude empujar esa cortina con toda mi cara dura(la whachimana o security) enseguida nos corto la ilusion pero la sonrisa de mis nietas valieron mas que nada en este mundo. Te entiendo Maribel porque estas cosas duelen mucho cuando eres una teenager. Cariños aphra y porfavor sigue escribiendo para poder seguir tus historias
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