EL PROYECTO DE LA ESCALERA

Las escaleras de emergencia me infunden respeto, quizás miedo. Su silencio, su soledad, el imprevisto a la vuelta de la esquina. Pienso que en ellas se viven momentos críticos; son el escape al peligro, al fuego, al desastre. Trato de evitarlas.
Cuando me enteré de este proyecto pensé que visitar una escalera no como lugar de paso apresurado, sino como área de contemplación, rompía ese esquema.
Imaginé que sería dificil y se vería definitivamente sospechoso entrar, sin más ni más, en la escalera de un hotel. Ideamos una táctica encubridora que nos permitiera el acceso sin sospecha, una especie de operación comando que suspendimos a última hora porque la escalera tiene fácil acceso y está abierta al público.
El proyecto de la escalera ya no es un proyecto; es un trabajo terminado, un concepto concebido. En seis pisos del hotel Sagamore en South Beach se presentan las propuestas de seis jóvenes artistas del New World School of the Arts. El primer piso muestra una obra inspirada en el agua. El espacio tiene luz, color y mucha pared sin pintura producto de la confusión de la artista. El segundo es bastante oscuro y presenta un bien logrado bosque encantado -pintado con minuciosidad hasta el último rincón- por un artista que considera su trabajo experimental. En el tercer piso un joven creador trata el tema de la indigencia en Miami. Son unas figuras gigantes.

Hacemos una pausa. Hace calor. La escalera no tiene sistema de ventilación, mucho menos aire acondicionado. Varias obras, como la del tercer piso, son de gran dimensión y cuesta apreciarlas de cerca. La iluminación tampoco es buena; hay que acomodarse, subir o bajar los peldaños, buscar el ángulo donde la luz no refleje. El cuarto piso muestra cómics, uno con la cara de Ponio, el personaje de la película de Miyasaki Hayao. Y la última planta es bastante Gótica. ¡Me salté un piso! En el quinto decenas de figuras humanas saltan, corren, bailan saliendo de una botella de burbujas.

Una vez dentro de la escalera, no pienso en las emergencias o que un loco me saltará en el próximo escalón. El lugar me atrae. Quiero apagar la luz y descubrir con un yesquero, una linterna, el misterio de cada nuevo escalón, de cada nuevo piso. Mágico, romántico, miedoso. Imagino que es un lugar de encuentro, que en el próximo piso tropezaré con dos amantes agazapados en una esquina; un lector embebido en un libro; uno de los artistas haciendo retoques a su obra. Me pierdo en el bosque, floto en una burbuja.

Dicen que el Sagamore es el hotel más ártistico de South Beach. Además de la escalera, en el todo-de-blanco-lobby, hay una fascinante collección de fotografías de Elliot Erwitt y desde la entrada hasta la salida a la playa, esculturas. Y unos mojitos deliciosos en el bar -hay quienes consideran que preparar un mojito es todo un arte, así que también cuentan-.


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